LAS GARGANTILLAS
Corría el verano del 2008, cuando un día Sagrario, conocedora de mis inquietudes por todo lo viejo, inservible y en ruinas, me dijo:
“En unas tierras que ha vendido mi padre, al otro lado del Guadiana, sobre una loma y al lado de un toril, he descubierto unos restos de paredes, como unas casillas,que deben ser antiguos... y allí tuvo que haber algo”.
Algunos días después, me hice acompañar a ese lugar, de una persona muy allegada a mí y que suele hacer de mi guía e informador de aquellos rincones y otros accidentes geográficos de Villarta, pues en su ambiente se mueve como “pez en el agua. En esta visita de investigación llevaba también a Antonio and Antonio (Antonio x 2, pues de dos Antonios se trataba). Armados tan sólo con las cantimploras llenas de de agua fresca del Chorro Viejo y “máquinas de retratar”, montamos en un coche y... al otro lado de Guadiana nos encaminamos.
La verdad es que muy madrugadores no fuimos y nos pilló el bochorno del mediodía del calenturiento mes de agosto, por las peladas lomas y cerros. Fuimos con el coche por la carretera hasta lo alto del puerto. Desde allí pudimos contemplar la panorámica: aquí el toril y un poco más allá los resto de paredes que se divisan a ras de suelo. Al fondo, el azul del río entre los pardos colores de las montañas. Mas allá, montañas y más montañas.
Bajamos campo a través, por veredas de borras y cabras hasta el viejo y caído toril, que hasta muy reciente tiempo, ha prestado su servicio a pastores y cabreros. Desde este lugar, disparamos las cámaras de fotos, acercándonos pausadamente a nuestro “tesoro”- por lo menos, con emoción, que a fin de cuentas es lo que cuenta, valiendo aquí la redundancia-.
Ahora sí, nos situamos sobre las ruinas de la construcción, que tanto nos intriga descubrir su utilidad y sus poseedores. Caminamos por entre las piedras incrustadas en la tierra; deambulamos en derredor;
buscamos posibles restos de algo que nos diera alguna explicación: pero sólo piedras y algunos trozos de cerámica -tejas y vasijas. Observamos el trazado de la construcción, la extensión, su situación, el material de lo que está construido,...en fin, todo aquello que nos pudiese informar y nos permitiese descubrir su razón de ser, el porqué de su localización en este lugar, su morador o moradores; todo aquello que nos hemos preguntado y nos gustaría saber.
Situada en lo alto de esta loma que baja vertical, de norte a sur, desde la gran cadena en que se localiza el Puerto de Villarta -
conocido así en toda España desde “tiempos inmemoriales”, como decían nuestros ancestros, aunque nosotros, los villarteños, lo conozcamos como el Puerto del Horcajo-. A uno y otro lado de este “altozano”, discurren dos pequeñas gargantas -de donde le viene el nombre de Gargantillas-, que tienen el privilegio de llevar agua todo el año, cosa que pudimos comprobar, pues en el fondo del valle discurría lenta y pausada en el fragor de la lucha contra el seco verano.
Piedras de cuarcitas, que tanto abundan por aquí, están dispersas,
como restos que han quedado con el transcurrir del tiempo. Otras se alinean en perfectas bases de muros, que dieron sostén a las paredes de la construcción. No son paredes reciente, no. No son simples toriles que se levantan a la carrera, “a calzón quitao”porque hay urgencia por ocuparlo con ovejas y cabras, como quien no tiene tiempo porque otras necesidades de manutención apremian. Están construidas como el que se sabe de perdurar y establecerse en un lugar privilegiado. Esta construcción en la parte alta, discurre lentamente hacia abajo, en dirección hacia una de las gargantas, en lo que parece – en nuestra opinión- debió ser un corral donde guardar animales – caballos, mulos, cabras,..abejas, sí con b, en sus corchos,... Las paredes que lo circundan, a uno y otro lado, son delgadas. Ya no son los muros gruesos de la edificación que está en lo alto.
Una vez descrito y expuesto brevemente el lugar, nos cabe el cometido de enunciar una hipótesis sobre lo que pudo ser. Como estudios arqueológicos no tenemos, ni del lugar, ni de los materiales constructivos, ni de otros elementos que pudieran aparecer; ni nosotros somos unos profesionales -arqueólogos- que vivamos de ello, sólo nos queda dar nuestro parecer. Un poco complicado es. El lugar es privilegiado, en cuanto a su localización, por su vista respecto al río Guadiana. Podemos realizar varias conjeturas. No es una fortaleza, como sí lo son las ruinas de la Sierra del Castillo y la de Castillejo. Pero sí pudiera ser algún emplazamiento de avanzadilla, que sin otros argumentos más potentes de los que echar mano, podríamos situar, tal vez, en las luchas fratricidas de moros, entre reinos taifas de Toledo y Sevilla, allá entre los siglos XI y XII.
Como dije anteriormente, no es una fortaleza, pero sí pudo ser un pequeño observatorio para vigilar ese tramo del río, como hay otros, precisamente en esa margen derecha y que quizá en otra ocasión podamos buscar y describir.
Pero, podría ser no un emplazamiento moro, sino cristiano, de los primeros que pudieran haberse establecido al dominar los ejércitos cristianos toda la zona norte peninsular a partir del río Guadiana, en que se estableció la línea fronteriza, en el siglo XII; aunque con la invasión de los Almohades a finales de este siglo, éstos volvieron a traspasar estos dominios.
¿Y si tal vez fuera, el establecimiento de algunos primeros pobladores, como avanzadilla colonizadora, después de la Batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, en que definitivamente quedó esta zona bajo el dominio cristiano? No tendría que ser un sólo lugar,
sino uno más de otros, en los que
los colmeneros y ballesteros fueron los primeros en llegar, estableciendo posadas de colmenas y quizá cercar el lugar de los corchos de colmenas para evitar que los osos -tan abundantes en este lugar-, las atacasen, como se hizo en otras ocasiones, y que tenemos bien documentado. Aquí dejo estas hipótesis sobre lo que pudo ser, estando abiertas a otras que se puedan sostener razonadamente y que pudiesen arrojar luz sobre esta espesa bruma que envuelve los comienzos del pasado de Villarta de los Montes.
“¡Cuántos secretos guardan piedras y restos antiguos!¡Cuánto nos atrae poseer sus historias! Nuestra imaginación también necesita alimentarse de los aconteceres de nuestro pasado. Buscamos nuestra identidad ¿Por qué? Sólo sé que no sé nada”
TEXTO Y FOTOS: ESSS