miércoles, 30 de noviembre de 2011

LOS MOLINOS DE AGUA EN VILLARTA

EL RINCÓN HISTÓRICO Y LITERARIO DE ESSS


313264_2248913510917_1490604906_31969739_1604663612_nNo sé a ciencia cierta, “de cuando acá”, los molinos de agua comienzan a producir la “nieve blanca” que alimentaba a los villaharteños -sí, así con “h”, pues en aquellos tiempos pretéritos, de Villaharta se trataba. De la Edad Media, poco sabemos al respecto- o al “repleite” en nuestro dialecto- sobre el acontecer de estas primigenias máquinas hidráulicas, en el río y riachuelos de nuestra agreste orografía. ¿Qué iniciativa llevó a implantarlos? ¿Fue el Duque o Duquesa de Osuna, señor o señora de mi pueblo, quien la impulsó? ¿Sería Toledo, señora que nos poseyó, en el tiempo en que le rendimos pleitesía? ¿O tal vez los “cristianos viejos”, que a la ribera del Guadiana un día llegaron y en ella su morada dispusieron?
Quizá no fue en un principio y sí tal vez un “después”, cuando el correr de los años, con los tímidos asentamientos y una intensa explosión demográfica, al abrigo de la situación estratégica de su puente mesteño, la necesidad de transformar los trigos que producían las “tierras de panes” movió a la industrialización de Villaharta.
Mi parecer es, que en los albores – y no voy a decir siglo, por no errar-, para la fabricación de harina pudieran muy bien, haber utilizado los primeros villaharteños, técnicas no muy lejanas de los más antiguos pobladores neolíticos: machacar con piedra sobre piedra._DSC1912 Pero esto debió durar muy poco, pues de pocos vecinos debía de tratase. Sería la mera subsistencia, por “imperativo de necesidad”...y sólo una aventurilla pasajera. Mas con el transcurrir rápido del tiempo, apremiaba y urgía darle una respuesta menos cariñosa- por lo de molturar el grano a mano-, pero más industrial.
Y si es verdad que el molino hidráulico se conocía desde los tiempos romanos, es ya en estos siglos de la Alta Edad Media, cuando Villaharta empieza a alborear, la industria de los molinos de agua se va extendiendo por toda la Piel de Toro.
Pronto los villaharteños se dieron cuenta de las posibilidades que el Guadiana les ofrecía. Estar cerca de un río era un privilegio que no todas las aldeas podían disfrutar. Creo que debieron ser los colonos que primero llegaron a estos lares y que recibieron muchas propiedades en donación, los que dieron los primeros pasos para crear a la orilla del río estos primeros ingenios de molienda. Son los nombres de los González del Arco, Tapia, Sánchez,...hoy algunos de ellos desaparecidos de Villarta, a los que podemos atribuir su construcción.
Las primeras noticias que tenemos de la existencia de estos molinos harineros en Villaharta de los Montes – porque de los Montes de Toledo eran y son-, nos llevan a finales del siglo XVI, allá por 1578 cuando Felipe II manda realizar un estudio histórico y geográfico de España, con fines impositivos -aquí nada es gratuito. Y es que este rey, hipotecado con los banqueros flamencos -también España estaba como ahora en bancarrota-necesitaba mucho dinero para el sinfín de guerras que libraba por todo el mundo conocido, “allá donde no se ponía el sol”. En este cuestionario que se pasa a unos vecinos de Villaharta, dicen que van a moler al río Guadiana. ¿Cuantos molinos había? Suponemos que dos. Con poco más de 200 vecinos -cerca de mil almas, y nunca mejor dicho “almas”, pues la iglesia así les consideraba y en los que tantos influyó-, quizá se quedaron cortos estos “dos hermanos” para abastecer de harina a los villaharteños.
En el siglo XVII ya se construyó el molino del Castañar, que entonces llamaban El Castaño- y también después se ha seguido llamando-. Su dueña era, Magdalena – cómo no, el nombre de la patrona de la iglesia- González del Arco. Uno de los molinos del Guadiana, el situado al lado del Puente Viejo -el único que había entonces, claro-, pertenecía a Mª Díaz de Tapia. Estas dos personas, debieron heredarlos de sus antepasados -hombres, faltaría más. Eran personas ilustres que copaban los cargos importantes del pueblo. Pero estas dos mujeres, cuando mueren -quizá sin descendencia- dejan los molinos en manos de la Iglesia. Ello se explica porque era preceptivo en aquella sociedad de la Edad Moderna, hacer testamento a la muerte de todo vecino o vecina, dejando una quinta parte de sus bienes para que un capellán dijese misas -cantadas o rezadas- en auxilio de que su alma alcanzase el cielo. Claro que, interpretando aquellos pensamientos, le sería más fácil a los que más dinero tenían, pues mas misas se podrían decir cuánto más abundantes fuesen sus bienes. Los de los pobres, sólo alcanzaban para pocas misas; los de los ricos, para muchos años, pues fundaban memorias y capellanías, garantizándose que todos los años los réditos que rendían sus tierras, colmenas, cabras y otros bienes, se invertían en misas para ellos y sus familiares.
En 1667 cuando muere Mª Díaz de Tapia, funda una Capellanía dejando dos partes de la mitad del molino del puente para que lo que rentase, se invirtiese en misas por su alma. Este molino no había molido en los años 1770-71. Hubo que repararlo y poner piedras nuevas. En toda la reparación se gastaron 1988 rs, distribuyéndose en: 500 rs en componer la presa, que tuvo que hacerse nueva; las dos piedras nuevas costaron1200 rs; 280 rs en bajarlas la cuesta y asentarlas; 80 rs en hacer el rodezno y aventarlo. El molinero era Domingo Sanz. En el año, 1774 el molino rentó 374 rs. En los años 1776-77 hubo que hacer una rebaja al molinero que lo tenía arrendado por no poder moler por estar “aguado”. En 1778 se tuvo que parar los meses de abril a junio.
Magdalena González del Arco, dueña del molino del Castaño, cuando muere en 1689, en su testamento lo deja al Patronato que funda, junto a la huerta y tierras que colindan a su alrededor, para invertir sus réditos en misas por su alma. De este molino, aún podemos ver parte de la presa para embalsar el agua que luego movía la rueda con los álabes. Son los restos de muro que podemos observar encima del antiguo Charcón y hoy la piscina natural del Castañar que está más arriba. El molino, según testimonio oral que me transmitió hace varios años el Tío Eugenio -padre de Alonso-, se encontraría en las huertas de más abajo, quizá situado por detrás de donde se encuentra el bar.
Pasando ya al siglo XVIII, la información que nos da el Catastro del Marqués de la Ensenada en 1753, nos habla, refiriéndose a la actividad industrial de Villaharta, de la existencia de 4 molinos harineros. Continúan, pues, los cuatro de los siglos precedentes, dos de los cuales se encuentran situados en la ribera del río Guadiana y otros dos en los arroyos de La Ventilla y El Castañar.
Uno de los que funcionan con el agua del Guadiana, el que se encontraba situado al lado del hoy llamado “Puente Viejo”, era de dos muelas. Pertenecía a las Capellanías que fundó, como vimos anteriormente, María Díaz Tapia y Joseph Delgado, que fue presbítero, y al cual pertenecían dos partes. Producían 50 fanegas de trigo anuales.
Otro de los ubicados en la rivera del río era el del Cañal. Era de una muela y su dueño don Joseph Gómez Romero, clérigo de menores de Herrera, que también llevaba la Capellanía fundada por María Díaz Tapia, del anterior molino. Éste producía 20 fanegas de trigo.
El tercero el del arroyo de El Castaño, era propiedad del Vínculo que fundó Magdalena González del Arco el siglo anterior y que poseía don Francisco Calderón, vecino de Herrera. Era de una muela y rendía 4 fanegas de trigo al año.
molino de la ventillaEl cuarto molino estaba situado en la Ventilla, de una muela y pertenecía a Vicente Fernández Parra de Villarta y Gregorio de Yegros de Fuenlabrada. Rendía dos fanegas de trigo anuales.
En el siglo XIX, hacia 1850 sigue habiendo 4 molinos harineros -podrían ser los mismos que en el siglo anterior, es decir, dos en el Guadiana, el del Castañar y el de la Ventilla. Esto es lo que nos informa el Diccionario Histórico Geográfico de Pascual Madoz. Sin embargo ya no habría sino tres, y la información que nos da este Diccionario, se encontraría un poco desfasada, pues uno de los molinos, concretamente el situado en la Ventilla estaba arruinado. Por ello en un informe oficial respecto a la contribución en Villarta en 1852, aparecen solamente 3 molinos: uno de dos piedras, que lleva Andrés Sánchez (paga 80 rs de contribución), que debería ser el del Puente y otros dos de una sola piedra (pagan 40 rs de contribución cada uno), que llevaban Sebastián Sánchez y otro Aquilino Bermejo, que se corresponderían con el del Cañal y el del Valle Castaño.
El de la Ventilla, que es el que ya estaba arruinado a mediados del siglo XIX, a principios de dicho siglo, aparece todavía en funcionamiento, pero con dificultades se ve una y otra vez restaurado o reconstruido. Pertenecía a la capellanía que fundó el Bachiller Don Juan de Olmedo, cura que fue de Villarta. Esta capellanía fue fundada en 1742. El molino se arrendaba a un molinero que iba a medias en las ganancias que producía. Los labradores que llevaban su trigo a moler, dejaban una parte de la harina en pago al molino; es lo que se llamaban las “maquilas”. Estas después se dividían en dos entre el molinero y el dueño, que en este caso era la capellanía. En 1774, el molinero de este molino era Domingo Sánchez y lo que produjo el molino fueron 16 fanegas de trigo, con un total de 361 rs en dos años. Pero también tuvo sus gastos ese año, en poner dos marranos (pareja de maderos gruesos sobre los que descansan las piedras), limpiar el cauce y trastejarlo. Sin embargo, en el año 1774 sólo produjo una fa de trigo y en el siguiente 5 fas y 4 celemines. Se gastaron 7 rs en componer el “¿paloque?”, 12 rs en trastejar el molino, levantar una esquina que se cayó y limpiar el cauce. Los dos años siguientes de 1777 y 78, produjeron 7 fanegas de trigo entre los dos años, 195 rs en total. Los gastos fueron, 12 rs en limpiar el cauce, 15 rs en 10 pares de álabes -o palas incrustadas en la rueda que recibe el agua, haciéndola girar- y 4 rs en ponerlos; 20 rs en trastejar el molino y 12 rs de 100 tejas para el tejado; 8 rs del coste de labrar un umbral y ponerlo y de componer el rodezno- rueda horizontal provista de palas o álabes, también llamada rodete. En los años 1779-81, no molió por falta de agua. Pero sí hubo de repararse, poniendo una viga y gastos en cal para el cubo -el agua que va llegando al molino se va almacenando en un depósito o cubo y desciende por un bocín hasta golpear la rueda hidráulica horizontal. En 1794 no produjo renta alguna por estar descompuesto.
El molino aparece como arruinando en 1801. Se reedificó en 1805, poniendo puerta nueva, vigas para la techumbre y otros elementos. Dicha restauración costó 295 rs. En 1808 estaba de nuevo arruinado. En 1828 consta que estaba demolido, no molía ni podía reedificarse, por su “corto producto”.
¿Qué pasó con estos molinos posteriormente? ¿Cómo es que hay restos de otro en la llamada Cerca de Currito? Sobre todo esto no tenemos -de momento- más testimonios escritos. Pero sí tenemos la tradición oral, de personas mayores que viven aún, que conocieron y vieron funcionar algunos de estos molinos. Sobre este apartado más reciente, necesitamos tiempo para poder investigar y veríamos de mucho interés que otras personas pudiesen recoger testimonios orales de familiares o conocidos, aportando todo ello para completar esta información.
A pesar de todo ello, podemos realizar algunos apuntes e ideas sobre ello. Respecto al molino de la Ventilla, podemos decir que probablemente no volvió a funcionar después de 1828, en que como vimos anteriormente, se encontraba arruinado -a no ser que encontremos alguna información que nos diga lo contrario. El del Castañar, tendería de igual forma a desaparecer a finales del siglo XIX, pues hemos verificado que las personas más ancianas no lo recuerdan, ni casi saben donde se encontraría. Los situados en el río Guadiana, sí continuaron funcionando después de la Guerra Civil, pues esto sí lo recuerdan las personas ancianas, de cómo funcionaron y de ir a moler a dichos molinos. Nos comprometemos a investigar y dar detalles de ello en otra ocasión, pues no tenemos conocimientos suficientes por ahora.
El que nos plantea un enigma es el de la Cerca de Currito. Tampoco hasta este momento, hemos tenido constancia escrita sobre el mismo. Los más ancianos, tampoco lo recuerdan verlo moler. Aventuramos que podría haberse construido y funcionado a finales del siglo XIX. Sin embargo, es de éste del que conservamos mejor sus estructuras, pues los de Guadiana por estar cubiertos por el agua, desgraciadamente no podemos observar sus restos -si es que queda algo- y de los otros, queda poca cosa, como el de La Ventilla, que al bajar el agua del pantano, vemos un pequeño testigo de su existencia. El 10Julio2011 (117)del Castañar, una parte la pared de la presa podemos aún contemplarla. Es un regocijo que siento cada verano y cada día que lo contemplo, el poder palpar restos de la historia de Villarta, que ayudaron a hacer un poco más llevadera la vida de los villaharteños, en aquella época en la que la harina que producían se convertía en el “pan nuestro de cada día”...y que tantas veces escaseó.
ESSS