jueves, 24 de diciembre de 2009

El Milagro de Villarta de los Montes

Gracias Theo por el gran trabajo realizado y darnos la oportunidad de leer y disfrutar este "Auto de Reyes Magos" y así transportarnos en el tiempo para unos recordar e imaginarnos otros, que maravilla seria ver este auto otra vez, representado por todos los Villarteños.

"EL MILAGRO"
 DE VILLARTA DE LOS MONTES  




ESCENA I


SAN JOSE Y VIRGEN, EL MAL VECINO Y EL BUEN VECINO


María viene montada en una burrita, entre unas jamugas, al estilo del país. Está representada por una muchacha muy linda y ataviada por manto azul y corona. A San José, lo representa un labrador con barbas naturales y luengas (no pueden ser postizas). Ambos aparecen en una bocacalle. San José vestido con capa y una varita en la mano, lleva del ronzal a la burra que monta María. Al llegar a la plaza de Belén, dice el santo:


SAN JOSE:
Ya, gracias a Dios, estamos en la ciudad de Belén. Si te place, amado bien, por las calles discurramos por ver si acaso encontramos algún pariente o amigo que nos busque algún abrigo en tan pródiga ocasión y en su casa nos acoja aunque sea en un rincón.


(Llamando a la puerta) ¡A Dios gracias…! ¡Por caridad, un albergue!


MAL VECINO:
¿Quién...?


SAN JOSE:
Amigo, un pobre afligido tienes humilde a tus puertas, con una mujer de parto, que por Dios te pide y ruega le des posada esta noche… ¡Sea por Dios esta obra buena…!


EL MAL VECINO:
Mire con lo que viene… Vaya con Dios a otra puerta hermana, y mejor será que no diera mas molestias al vecindario en las horas en que descansa y sosiega.


SAN JOSE:
Yo soy José, tu pariente, tan pobre que es una azuela carpintera mi caudal. Esta sangre de mis venas es la tuya ¡Ten piedad de quien te lo pide y ruega!


EL MAL VECINO:
¿Mi vecino dice que es? ¡Qué suposición tan necia! Ya te he dicho que te vayas y se marche con presteza que, si me enfado, saldré y, con su propia muleta le enseñare a moderarse para llegar a mis puertas.


SAN JOSE:
¡Oh Dios sacro omnipotente que no hay que nos dé cobija! ¿El hombre, a quien dais la vida, tan altivo e insolente, esta con vos? ¡Oh paciente, dulcísimo dueño mío! En vos, gran señor, confío… Perdonar a este hombre impío. Vamos de aquí, gran Señora, a casa de un poderoso que me conoce, por ver si hallamos en él socorro.
(Se marchan y llaman a otra puerta)


EL BUEN VECINO:
¿Quién está ahí?


SAN JOSE:
Un José pobre, afligido y lloroso que camina con su esposa y te pide, por socorro, le des posada esta noche que el cielo esta “rigoroso” con el hielo y con los fríos.


EL BUEN VECINO:
No es este el mesón, hermano, para venir de este modo pidiendo le den posada. ¡Váyase de ahí muy pronto!


SAN JOSE:
¿No conoces a José?


EL BUEN VECINO:
Ni saber quiero tampoco quien es José ni su esposa. ¡Váyase pronto de ahí que tal gente no conozco!


SAN JOSÉ:
Mi esposa viene de parto… por amor de Dios lo pido: ¡Dadme un rincón en un cuarto!


EL BUEN VECINO:
Hombre, no sea enfadoso… Déjese de porfiar. Si quiere un albergue propio, para pobres como él, evite esos alborotos… Vaya fuera de Belén y hallara un portal angosto, medio hundido. Allí podrá hospedarse por lo pronto.


SAN JOSÉ:
¡Benditos sean, Señor, vuestros juicios asombrosos! Vamos, esposa querida... Vamos a ese portal corto... Que el cielo así lo dispone para ejemplos milagrosos de los soberbios del mundo.


Se marchan y se colocan en el portal, que para ese menester está dispuesto en la plaza.
Durante esta escena, los pastores han estado ocupados en el rancho. A la conclusión están todos sentados y Josepe sacara una bota de vino que hará correr a los demás según el dialogo:






ESCENA II


LOS PASTORES


TIO ISACIO, JACOBO, JOSEPE Y EL ANGEL DE LA ANUNCIACION ALOS PASTORTES:


JOSEPE (con la bota)
¡Ea!, Señores, yo brindo a la salud de un cuitado que era yo… (Bebe)


JACOBO:
Que te la empinas ¡Borracho!


JOSEPE:
Quítate allá, que esta noche, pardiez, si no me engaño, es la noche de la cosa…


TIO ISACIO:
¿Por qué lo dices, muchacho?


JOSEPE:
Porque no sé que tengo… Tengo un alegrón tamaño en mi alma y en mi cuerpo…, que no puedo desecharlo. ¡Quita! Que voy a beber…
(Bebe y el tío Isacio le quita la bota)


TIO ISACIO:
Jusepe, no seas borracho… El alegrón que tú tienes es lo que tú has empinado.
 (Bebe y pasa la bota a Jacobo)


JOSEPE:
Os lo digo compañeros, que nos es agua, vamos claros, parece que en la cuadrilla estamos ya tres borrachos.


TIO ISACIO:
¡Qué presto se emborracho!


JOSEPE:
A jacer migas, muchachos, porque si no, con la porra os he de romper los cascos.


JACOBO:
¡Ea, pues! ¡Vamos volando! ¿A dónde está el pan?


TIO ISACIO:
En el zurrón está el pan, la sal y también los ajos… Jacobo, los dos migaremos… trae tú, Josepe, la sartén del rancho
(Josepe va por la sartén y vuelve temblando y “despavorió”)


JOSEPE:
¡Ay, tío Isacio! Un “pantasma” viene revoloteando por esos aires… Parece un pájaro encantao. Viene echando tantas chispas, que todo el monte está claro según las luces que arroja.


TIO ISACIO:
¡Calla, tonto, eso es el vino!


JOSEPE:
¡Que vino… ni que… capacho! ¡Levántate y lo veras…!


TIO ISACIO:
No te creo, anda a dormir el lobo que has agarrao…
(Aparece en lo alto el ángel de la anunciación a los pastores y estos, quedan inmóviles)


JOSEPE:
¡Ya está aquí! Bien empleao. No querían creerme, culpándome de borracho. ¡Ya está aquí!


EL ANGEL:
Mirad, pastores dichosos, que no intento “amedrantaros”. Que soy el ángel del Señor que vengo a evangelizaros el mayor gozo del mundo… y es que ya tenéis humano a Dios, que para vosotros hoy ha nacido. ¡¡¡Alegraros!!! Porque como salvador, viene a la tierra a salvaros. En la ciudad de David tenéis a este Dios sagrado. La señal que os doy es ésta: hallareis en un establo, envuelto en pobres pañales, un infante soberano… ¡Id a adorarle pastores! Y vosotros elevados (Hablando con los que le acompañan) espíritus celestiales, celebrad tan sacrosanto misterio del nacimiento de nuestro Dios humanado. (Vuelven en si los pastores)


TIO ISACIO:
¡Qué mancebo tan gallardo! Dejad las migas, y todos vamos a ver ese pasmo. Pero te encargo, Josepe, que delante de Dios vamos… así tened gran respeto a un Señor tan soberano. ¡"Cuidao” no se te vaya la mula y “suertes” un “garrapato”!


JOSEPE:
¡Hola! hijo… ¿No se lleva a ese niño algún regalo?


JACOBO:
Razón es que se le lleve, y así será muy del caso se le presente manteca, miel y un cordero temprano.


JOSEPE:
Y también los instrumentos músicos para alegrarlo. Yo llevare la zambomba, las castañuelas Isacio y Jacobo la pandera.


(Se dirigen todos al portal cantando, tocando y bailando. En este momento se cantan villancicos que además de los propuestos en el texto, presentamos -- al final de los diálogos—para que puedan ser utilizados según proceda. Estos han sido recopilados por Antonio Acedo Tamurejo.
Ángeles y serafines
al nacido de María
en estas humildes pajas
le alaben y le bendigan.
 Entonces en dulces cantos
sagradas inteligencias
 ¡Gloria a Dios en las alturas
y paz al hombre en la tierra!


Pastores tan vigilantes
venid con alegría
cantando melodías
a nuestro mayoral (bis)

Mira con que cariño
la Virgen Madre (bis)
le da su pecho
para que calle.

Mi pastorcito
qué rebonito
que entre las pajas
durmiendo está.
¡Ay! Que suspira
¡Ay! Que se calla
Y quiere descansar (bis)

¡Ay! Niño hermoso
dueño querido,
sol luminoso,
bello zagal.
Mi corderito,
mi pastorcito,
mi mayoral (bis)

Pastor tan vigilante.
zagal tan fino (bis)
sin duda que del cielo
nos has venido

El ruiseñor con su canto,
alegrando va la sierra.
¡Gloria a Dios en las alturas
y paz al hombre en la tierra!


Mi pastorcito….
¡Ay! Niño hermoso….

(Ofrecimiento de las pastoras)


Eres flor muy delicada,
jazmín por mi preferido
eres Niño Jesús,
para mí un ser muy querido.
Tu ausencia me hace llorar
y acrecentar mi martirio,
si yo a tu lado estuviera
me darías gran alivio.


Yo te regalo estas flores
para engalanar la cuna
de este Niño Redentor,
Virgen Santa Madre pura.
Aquí me tienes María
como a las demás zagalas…
Yo no tengo “na” que darte,
me ofrezco como criada.

Me despido de María
también de su compañía
y me voy a mi ganado
que tengo la red caída.




(En el texto recogido por Isabel Gallardo de Álvarez y publicado en 1957, no se especificaba si solo van al portal cantando etc. Pastores y no mujeres. A través de los villancicos que ofrecemos se observa que también iban pastoras. De todas maneras en los diálogos solo intervienen hombres)


(Los pastores llegan a portal y dicen:)


TIO ISACIO:
“Colad” compañeros, este es, sin duda, el Niño.


JOSEPE:
¡Voto a “pris”! que es mi tocayo… el paire del chocorrito ¡Quien me lo diría a mí cuando en Nazaret nos vimos! ¿Se acuerda usté tío Jusepe? Por más señas, que el borrico también iba en su compaña y estaba usté con un brío aserrando un palo “goldo”, mas “goldo” que este muslo mío. Yo me alegro, tío Jusepe que lo haya Dios escogió pa que sea su “paire”… ¡Qué bonito es el choquito! Sin duda que me conoce, pues me mira con “ajinco” ¿No los reparáis? ¡Mirad! Que el zagal es noblecillo, que no llora por más que esta arrecidito de frio…


TIO ISACIO:
Mira, que es Dios, ¡mentecato!


JOSEPE:
Deja, que esto es un cariño. Pues mira bien la “maire” que rostro tiene tan lindo Y es criatura “pardiez” que la “maire” del choquito es aquella nazarena que allá en las montañas vimos los otros días…Señora, yo me alegro haya usté salido con toda felicidad de la parición del Niño. Quiera Dios le vea a usté jaciendo como imagino a “tó” el mundo mercé.


JACOBO:
¿Y qué jacemos paraos?


JOSEPE:
Hora sea ya del caso que cada uno a mi niño, le diga alguna cosita… ¡Ea! Sea el tío Isacio el primero:


TIO ISACIO:
Pues…, allá voy. (Se arrodilla) Dulce pastor de las almas, a quien venero rendido… Dios y hombre al mismo tiempo, pues tan liberal ha sido para con nosotros, siendo unos pobres desvalidos. Perdonad que, atrevío, os ofrezca este presente de miel y con él, rendío mi corazón, que os venera como mi Dios infinito. Yo quisiera presentaros otro don más exquisito; pero al fin es misterioso para que con la miel, Dios mío, sabrás elegir lo “güeno” en el mundo a que has venío… Y así, dadme vuestra gracia para que acierte a serviros; y en la hora de la muerte ¡amparadnos! ¡asistidnos!


JACOBO:
¡Prodigioso Niño Dios! Postrao a tus pies benditos, tenéis un humilde esclavo deseoso de serviros… Perdonadme que os ofrezca en señal de mi cariño, este tarro de manteca…, que aunque no es un presente digno de tu grandeza, a lo menos es don significativo, de que sabrás reprobar  – en habiéndola comío-- todo lo que fuere malo. Por lo tanto te suplico que a mí me “jagais” santo para que sea elegío (Se levanta)


JOSEPE:
¡Ea! Fuera, rancho aparte, porque ahora yo me sigo. Dios de a usté buenas noches: Señores, yo les estimo como si yo lo comiera, los favores tan “complíos” que nos han jecho enviando, a la majá aquel mocito (Señalando al ángel) con el recao de paría… No perdono al señorito… Cuando en el aire le vi viniendo tan blanquecino, ¡el susto que yo pase! Pero…, en fin, ya se pasó… Por lo que toca al regalo aquí está este corderucho, flacucho está, pero al fin, algo es algo, no es malucho: más da el duro que el desnudo, Si "juera" el rebaño mío…, el manso con su cencerro “juyendo” hubiera venío, o bien que vos sois el manso, el pastor y el corderito, y nosotros los carneros… ¡apaciéntanos! Dios mío, mientras en el mundo estemos, con tu gracia y con tu auxilio, para que en saliendo de él demos un valiente brinco a la gloria donde reinas, por los siglos de los siglos.


LA VIRGEN:
Yo os agradezco, pastores, el obsequio que a mi hijo, habéis hecho, y Él, benigno, os llenará de su gloria y de bienes infinitos…


(Los pastores y pastoras, se retiran a un lado del portal cantando:)


El ruiseñor con su canto
alegrando va la sierra:
gloria a Dios en las alturas
y paz al hombre en la tierra
Cantemos niñas,
con dulce amor
y echemos flores
de corazón.
Ángeles y serafines
al nacido de María,
en estas humildes pajas
le alaben y le bendigan
Cantemos, niñas….



ESCENA III

LOS SANTOS REYES
(El ángel de la estrella, Baltasar, Melchor y Gaspar que indica el primero a seguir la estrella)
GASPAR:
Venid, mortales, venid; llegad, llegad con respeto… Nos veréis a los tres reyes adorar al Rey del cielo. De Persia, Arabia y Sabad salimos con gran contento, siguiendo a esa hermosa estrella, que es signo de un gran lucero. Ella nos viene guiando por esos valles amenos, para que adoremos postrados al rey supremo del cielo.

MELCHOR:
Señor del cielo y tierra, si es vuestro divino agrado, que así de esta suerte andemos, atribulados, ansiosos, buscando vuestro remedio (que sois vos) nos conformamos. (Desaparece la estrella) Cúmplanse vuestros decretos.

BALTASAR:
Soberano Dios Rey Niño, ¿Dónde os encontraremos? ¿Dónde tenéis los palacios? ¿Dónde vuestro nacimiento? ¿Dónde estáis, pues la estrella, nuestra guía, no la vemos? Sigamos por esta calle, si os parece compañeros, para ver si descubrimos algunos de sus reflejos.

(En este momento pastores, pastoras y el público asistente si lo desea, pueden entonar villancicos – recopilados por Antonio Acedo Tamurejo – se ofrecen como sugerencia)

Desde Oriente al Poniente
tres reyes vide bajar
 una estrella les dirige
derechos hacia el portal.


Desde Oriente al Poniente
tres reyes vide bajar
y al Niño recién nacido
le vinieron a adorar…


Cantemos niñas,
con dulce amor
y echemos flores
de corazón…


Yo soy pobre de talento
y de corta inteligencia
y espero de Dios auxilio
para salir de mi empresa (bis)

Voz misteriosa
por dicha nuestra (bis)
los Reyes han bajado
hasta la tierra (bis)


Alerta muchachas
al ver que se acerca
al rey de los cielos
reyes de la tierra...




ESCENA IV

( El ángel de la estrella dice:)

EL ANGEL:
Oye, pueblo gentil, suspende el llanto, deja ya de sentir ese quebranto. Conviértase la pena en alegría pues del claustro “virginio” de María, el de nueva salud, autor divino, ha venido a enseñarnos el camino… y Él os sabrá estimar de tal manera, que estará con vosotros aunque muera. La ley que ha de imponeros será nueva y, fielmente observada, será llave que os abrirá las puertas de su reino – morada de paz y gozo eterno – Hoy, ya, pues comienza vuestra dicha y del judaico pueblo la desdicha. Hoy, en fin, es el día en que este Rey generosamente os nombrará por su grey. Así, templad el llanto, el sentimiento. Múdese vuestra pena en contento puesto que hoy han de verse desde Oriente, a los pies de este Niño omnipotente, tres poderosos reyes, gente vuestra, dando, de su gran fe, gentiles muestras. Por Dios y hombre habrán de confesarle y por su rey también han de jurarle. Entonces, ese gran Dios, reconocido a lo bien que estos reyes han cumplido, en ellos y por todo el gentilismo, derramará de gracias un abismo. Ya no os llamo gentiles, sí cristianos, pues sois para con Cristo tan humanos y pues tan fieles sois y tan piadosos, que también seréis los mas dichosos...



ESCENA V.

EL REY ERODES Y UN MINISTRO

MINISTRO:
El que me veáis temprano no lo notéis, gran señor, que tenéis en vuestro reino tres extraños caballeros cuyos magníficos portes son de reyes, según pienso; pues ciñen diademas reales, empuñan dorados cetros, arrastran púrpuras; en fin, estas señales, su aspecto, la majestad y grandeza que ostentan, son mas ciertos indicios de ser personas que dominan otros reinos.

HERODES:
¿Qué más has visto? Prosigue con brevedad, que estoy puesto en zozobra y no me seas con digresiones molesto.

MINISTRO:
Pues señor, el pueblo todo, de confusión está lleno al oír que esos magnates que con descaro y sin miedo públicamente preguntan: ¿en donde ha nacido el nuevo monarca de los judíos que esperaba el mundo entero? ¿Adónde está? Que venimos desde nuestros lejanos reinos a visitarle, a ofrecerle nuestros debidos respetos. Esto, señor, es en suma lo que me ha traído a veros.

HERODES:
Y la nobleza, ¿Qué ha dicho al oír que preguntan por ese monarca nuevo?

MINISTRO:
Nada, señor, respondieron.

HERODES:
Pues cita, sin detención bajo de real mandamiento, so pena de furor, a los escribas del pueblo, príncipes, sacerdotes…, y que vengan todos luego…

MINISTRO:
Con la mayor diligencia voy, señor a obedeceros (se va).

HERODES:
Yo sabré con evidencia quien es ese infante, nuevo monarca de los judíos… (Suena un tambor) ¿Qué es esto? ¿Públicas aclamaciones a unos reyes extranjeros por mis vasallos? ¡¡¡Traidores!!! ¡Ah de la guardia! ¡¡¡Soldados!!! ¡¡¡Centurión!!! ¡¡¡Alabarderos!!! (Llamando a gritos) Esta es traición conocida que mis vasallos me han hecho. Llamare otra vez a la guardia… Hacia acá  unos pasos siento (dice para sí). ¿Si serán estos traidores? (Se dice asustado) Yo me alisto y me prevengo (saca la espada). ¡¡¡Llegad traidores infames!!! aquí os espero…

(Entra el ministro y al verle tan convulso y con la espada en la mano, hinca una rodilla en tierra humillado)

MINISRTO:
A vuestras plantas postrado tenéis a un humilde siervo…

HERODES:
Ya he cobrado nuevo aliento… Levantad y no os turbéis, ¿a qué venís? ¿Qué hay de nuevo?

MINISTRO:
Señor, como vos mandasteis que convocara consejo ante vuestra majestad, cumplí al punto como debo. Todo lo tenéis ahí, obedecido al precepto. Más suspenso y perturbado y casi en último aliento quedé cuando he reparado en vuestra mano el acero…

HERODES:
De esto, tú tienes la culpa. ¿Cómo das consentimiento que por las plazas y calles más públicas de este pueblo a esos tres advenedizos les vitorean con contento, que sus respectivos vivas en cuidado me pusieron, pues hasta en las mismas puertas de mi palacio se oyeron?

MINISTRO:
Aunque lo observé, Señor, lo deseché con desprecio… Vuestros leales vasallos no conocen otro dueño que vuestra real majestad.

HERODES:
En tanto veo yo el consejo, id sin dilación alguna, a buscar a los extranjeros que por esas calles andan y diles que yo quiero verlos hoy en mi palacio… Y, no vuelvas sin traerlos…

(Herodes se mete dentro del palacio y el ministro sale con su caballo a buscarlos)



ESCENA VI

LOS TRES REYES Y EL MINISTRO

MINISTRO:
Señores: el rey, mi señor me manda deciros, con el respeto debido a vuestras altezas, que os sirváis venir conmigo a verle a su real palacio donde os espera solícito…

MELCHOR:
Conforme el mandato, obedeceremos. Vayamos…


ESCENA VII

HERODES: (solo)
Ya que supe del consejo de los príncipes y escribas que el lugar del nacimiento es Belén –según Miqueas – quiero ver qué hombres son éstos, cómo vienen y por qué así dejaron sus pueblos. Quién los trajo la noticia, si hace ya mucho tiempo… En fin, con el disimulo que corresponde a mi ingenio, averiguaré este caso y veré sus fundamentos…, que puede ser, y es muy fácil que sea todo un embeleco.

(Entran en escena --en la plaza—los tres reyes acompañados del ministro y en presencia de Herodes)



ESCENA VIII

LOS REYES Y HERODES.

HERODES:
Señores: ¿Qué novedad os ha traído a mi reino, que me ha puesto en confusión y me tiene muy suspenso? Pues siempre fue estilo regio, que cuando pasa un supremo de su reino a otro, avisa con ministro mensajero. Mas, dejando ahora este asunto, ha de merecer mi afecto, haciéndoos gran favor, alojándoos, desde luego, en este vuestro palacio… Entren… (Les tiende la mano)

MELCHOR:
Señor, no podemos… aunque estimamos mucho, tan cortes ofrecimiento.

HERODES:
Pues, ¿Qué, motivo apresura para negarme el obsequio que os otorgo y ofrezco?

GASPAR:
Sabed, señor, que son juicios del cielo los motivos que nos urgen para no tomar asiento en vuestro palacio real, y así perdonadnos luego, dándonos vuestro permiso para que busquemos al nuevo Rey de Judea, si ha nacido en este pueblo. Si os agravió nuestra entrada en vuestro judaico reino, sin predecir el aviso, disimulad este “yerro”, pues como quien nos movía a este viaje era el cielo, partimos luego al instante sin prevenir los respetos, que se deben observar entre los reyes terrenos. Es cierto que a un rey buscamos del “israelítico” pueblo, pero nuestra fe nos dicta que es rey que bajó del cielo. Conque a un rey de este carácter, los demás reyes debemos buscarle para rendirle adoración y respeto… No tenemos más razones con que poder responderos.

HERODES:
Con gran atención oí vuestro decir tan discreto. Como sé, que celosos preguntabais en mi reino, por el rey recién nacido, llamé a instante a consejo… Les pregunté, y me dijeron lo que sobre esto escribieron los profetas de Israel. Sin detenerse, los sabios a la pregunta dijeron: que en Belén, ciudad antigua de este mi judaico reino, nacería el Gran Mesías, príncipe del pueblo hebreo. Al punto mandé llamaros, para que me dijeran luego, ¿en qué tiempo o en qué día salisteis de vuestros reinos? ¿Quién sirvió de mensajero para el anuncio feliz de tan grande nacimiento?

GASPAR:
Hará, señor, trece noches que estando yo en mi aposento, al mediar la noche vi en el cielo un gran lucero… Una estrella extraordinaria, hermosa antorcha, por cierto. Yo procuré el enterarme… Salí, pues, de mi aposento, con designio de observar, del astro sus movimientos. Vi se sostenía en el aire, casi encima de mí mesmo y atendí que se movía cuando me acercaba a verlo. Cuando paraba…, paraba, como si fuese instrumento mi movimiento del suyo. Sin detenerme un momento, dispuse con brevedad, venir en seguimiento de la estrella milagrosa, dejando mi corte y reino. Empecé, en fin, mi jornada y el astro luciente y bello, principió también la suya por el aire discurriendo. Guiábame siempre, y yo, sin perder su seguimiento daba a Dios mil alabanzas por favores tan inmensos. A pocos días llegué con mis criados y siervos al valle, que para mí, fue el paraíso eterno, pues en él nos avistamos todos tres sin conocernos. Nos saludamos, y al punto fue cada cual refiriendo lo mismo que habéis oído… Nuestro corazón, entonces se inflamó con mas deseos de ver al recién nacido, príncipe de los hebreos… Pero aflige nuestro pecho que, al descubrir esta corte, se nos ausentó el lucero, por lo que hemos inferido, que se alojaría dentro el rey Niño que buscamos. Hemos andado inquiriendo por esas calles a todos y nadie nos da consuelo. Ninguno nos da razón de este feliz nacimiento; y así, si vos lo sabéis, nos daréis este consuelo que nuestras almas desean saberlo con gran anhelo.

HERODES:
Ya os he dicho que mis sabios, consultados, respondieron que en Belén, ciudad antigua, tendrá su nacimiento. Id en paz a Belén…, y rendidamente os ruego que al instante que lo halléis, me deis aviso certero…, para marchar yo también al punto, a reconocerlo por señor y soberano de aqueste todo mi reino.

BALTASAR:
Pues dando vuestro permiso, para Belén partiremos… (Se van)



ESCENA IX

(Herodes se queda un momento solo y, meditando. Dice…)

HERODES:
¿A un rey venimos buscando que ha nacido en este reino, porque en Oriente vimos un portentoso lucero que claramente nos dijo su importante nacimiento? ¿Qué es esto que por mi pasa? ¿Qué es esto, Herodes, qué es esto? ¿Venir buscando a otro rey teniendo en mi mano el cetro? A Belén he de partir no como esos necios fueron, no a rendirle adoraciones, sino a rendirle mi acero… Que la vida he de quitar pésele a sus padres mesmo, y si ellos se resisten, haré lo propio con ellos.



ESCENA X

LOS REYES Y LA VIRGEN MARÍA

MELCHOR:
Ya estamos en el camino gracias a Dios y a la estrella que se nos ha manifestado y nos dice, aunque sin lengua, que sin dejar los caballos y con toda diligencia partamos para Belén…

BALTASAR:
Vamos pues, si os parece, a seguir nuestra carrera…

(Principian a seguir al ángel de la estrella, el cual se dirige hacia el Portal y colocará la estrella sobre él, hasta que los Reyes hayan hecho su adoración. Estos, al avistar el Portal dicen:)

MELCHOR:
¿Qué misterio será este pues no ha querido la estrella entremos en la ciudad? ¿Adónde irá su carrera bordeando las murallas? Sigámosla sin perderla de nuestra vista, pues ya se va acercando a la tierra… Ya está encima de nosotros… (Pausa). Ya apunta sobre una cueva que allí se mira en el hueco de aquella tan grande piedra. Acerquémonos, pues ya se ha inclinado toda ella en la gruta. ¡Santo cielo! Qué gran misterio encierra esto (pausa) Lleguemos pues, compañeros, entremos en esa cueva para indagar los arcanos de esta prodigiosa estrella.

(Se asoma el rey Melchor al portal y, la Virgen desde dentro dice:)

MARÍA:
¿Qué curiosidad os mueve a registrar tal pobreza?

MELCHOR:
¿Sabéis, señora, en qué parte ha nacido en esta tierra, un niño muy prodigioso que todo el mundo venera, por creador soberano de los cielos y la tierra?

MARÍA:
Eso lo deben saber los magnates de Judea…

(Se retira el rey Melchor: El rey Baltasar mira la estrella y dice:)

BALTASAR:
¡Oh Señor dios, el más sabio! ¿Adónde irán nuestras huellas a buscar? Pues Herodes ¿no afirma que un profeta dijo que en Belén había de nacer nuestra clemencia? También afirma lo mismo esta milagrosa estrella, pues aquí nos ha traído, aquí está inmutable y queda y aún sus luces todas juntas entran en esta caverna (Pausa) … Lleguemos, pues, otra vez, que si esta señora niega, tendrá sus justos motivos, pues tiene señales ciertas de ser madre de un infante que ver nuestro amor desea…

GASPAR:
Sabed, hermosa Señora, que venimos de lejanas tierras, rompiendo incomodidades del tiempo y sus inclemencias, buscando a este Dios Infante que nació rey de Judea. La guía que el cielo nos dio, claramente nos muestra estará aquí el que buscamos. Hacednos, pues, la obra buena, decidnos si teneis algún hijo.

MARÍA:
Uno tengo.

MELCHOR:
¿Y es de tierna edad ese vuestro hijo?

MARÍA:
Trece noches ha que en esta pobre cueva di a luz.

BALTASAR:
Pues dígnese vuestra alteza de mostrarnos ese infante y, perdone la molestia.

MARÍA:

Así haré, porque veo en vos cumplidas las profecías (muestra al niño)

(La estrella en este momento, desciende cuanto le es posible sobre el Niño. Los Reyes al unísono proclaman desde sus caballos:)

¡¡¡Ese, preciosa princesa, es el niño prodigioso que nos anuncio la estrella!!!

(Descabalgan con ímpetu y se ponen de hinojos ante el infante en el momento de su intervención).

MELCHOR:
¡Oh dulcísimo Jesús! Muy bien venido a la tierra seáis para remediar todas las dolencias nuestras. Ojalá que los mortales a quien amáis de veras, sepamos agradecer y estimar tan gran fineza, pues os habéis humanado a experimentar miserias de esta vida sin provecho, sin que el veros en pobreza os cause recelo alguno, de vuestra deidad excelsa, pues como Dios y monarca mi respeto reverencia… (Se dirige a la Virgen) Y vos cándida azucena, Señora la mas dichosa del orbe, hermosa y casta doncella que tan gran fruto nos disteis… Virgen madre, clara estrella, bendita sois entre todas, lo que durasen los siglos viváis para que posean los afligidos en Vos, el remedio de sus penas, consuelo en sus aflicciones, medicina en sus dolencias, y los huérfanos, en fin, hallen en Vos, madre excelsa, una madre cuidadosa, que en su infancia lo proteja. (Pausa) Recibid, Señora, en fe de nuestro amor esta ofrenda que hacemos a vuestro hijo, que nuestra lealtad quisiera fuese como corresponde a una deidad tan suprema. (Pausa) Recibid la voluntad de los tres, que no es pequeña en sacrificio, y que cumpla, a lo corto de esta ofrenda, el oro que producen las entrañas de la tierra.
(Pone la caja que trae con el oro a los pies del Niño. Melchor besa los pies al infante y se retira)

Y perdonad, gran Señora, que mi cortedad quisiera ofrecer a vuestro hijo un don digno a su grandeza

GASPAR:
¡Oh! Dios de la Majestad. Creador de cielo y tierra. Omnipotente Señor a cuya inmensa clemencia debemos hoy los mortales, las más superiores finezas. Yo os adoro y reverencio por tantas magnificencias como vuestra diestra mano hace al polvo de la tierra. (Se dirige a María) Señora, ¿Qué dignidad tenéis de tanta excelencia? Pues sois madre de ese Dios mi respeto os reverencia como templo, como altar, en donde mi Dios se ostenta… Y así, a vuestros pies postrado, consagro, humilde, esta ofrenda: (echa el incienso en el incensario y prosigue…) pastillas son de la Arabia el don que mi amor presenta, para que por mí este Niño, Dios perfume a vuestra alteza.
(Pone la naveta con el perfume a los pies del Niño, se los besa y se retira. Se arrodilla Baltasar y dice:)

BALTASAR:
Y yo, Señora, aunque indigno de estar en vuestra presencia y la de ese Dios humano, que en vuestros brazos veneras, con respeto muy rendido, os hago, humilde, esta ofrenda de mirra, para que vos en sacrificio la ofrezca a vuestro hijo por mí. Y perdonad, gran Señora, la cortedad que quisiera fuese mi agradecimiento competente a la lindeza que acaba de hacer conmigo --vil gusano de la tierra— ese Hombre -Dios, tan amante de vuestra naturaleza, que por su rescate sólo hace una magnificencia esta unión tan peregrina tan admirable y estrecha.
(Pone la caja con la mirra encima de la cuna y se retira mientras mira a María y le dice:)

Rogad por mí a vuestro hijo, no me aparte de su diestra.

MARÍA:
Yo pediré a Dios, mi hijo que os conceda la gloria que a todos tres os espera.


(El rey Melchor de pie le dice a María:)

MELCHOR:
No me olvidéis, Señora. Desde hoy por vuestra cuenta corremos con la esperanza de que nuestra vida sea como de hombres que han tenido tal dicha como la nuestra… (Mirando a Jesús) Y vos, divino Señor, majestad sacra y excelsa, pues que venís tan humano a aclarar nuestras miserias y con vuestra luz divina cesarán nuestras tinieblas. Encaminad nuestros pasos… Dirigid nuestras potencias para que ha gozar lleguemos.

LOS TRES REYES AL UNISONO:

¡¡¡De vos en la Gloria Eterna!!!

SAN JOSÉ:
Esperad confiados en su inefable clemencia

(Los Reyes salen a la grupa de sus caballos y acompañados de sus pajes)

EXCENA XI

LAS GITANILLAS (1)
(Los Reyes ya se han marchado y también el ministro de Herodes que ha estado presente en el acto) Por una calle aparecen bailando, cantando y recitando coplillas:

Soy errante gitanita
que vengo de Egipto, si.
La que todo lo adivina
y que lee su porvenir.


Ando por el mundollenita de pena.Llena de amargura, llena de miseria.Y si el Pobre Gitanono me ayúa a vivir,ando como pájaro sin nido, como oveja sin redil.

(Las gitanillas llegan al portal y se burlan de San José diciéndole “barbas de chivo” y otros descaros tales como “viejo” contraponiéndole a la belleza y juventud de María a quien piropean con frases pintorescas y halagadoras. Mientras unas distraen a María con sus “firigoncias” (jerigonzas, piropos y canciones), otras le roban los regalos que han hecho los pastores al Niño. Una gitana, con ademanes muy desenvueltos y simpáticos, lee la buena ventura al niño, prediciéndole su pasión y muerte.
Con la misma algarabía que entraron en escena, se van, llevándose en un cesto los regalos hurtados. Al mismo tiempo hacen ademán de decir la buenaventura a los espectadores más próximos, recitando estas coplillas:

I

¿Te la leo bigotillo?
¿Te la leo resalá?
Por los clises de tu cara
por la rayas de tu manoecha una perrita pa los churumbelesy así te diré cuál es la que te quiere.Y si es que eres un roñicay no me la quieres echáeso es pa que la gitanase vaya desconsolá…


II

Escúchame una palabra
en tan siquiera, moreno.
Tiés una cosa en tu caraque casi te está comiendo,por causa de un mal queréde una hembra que te diseque esta por ti calaítaMas dise que no te quiereporque no eres señoritode corbatín articueso.

III

Pero no te de cuidao
buen mosoy mira que andan disiendoque el dio que tú te casesel cura paga un entierro.



ESCENA XII

HERODES Y SU MINISTRO

HERODES:
¿Visteis a los extranjeros?
¿Que habéis hecho de mi encargo?

MINISTRO:
Señor, con gran diligencia practique vuestro mandato. En Belén y en sus contornos, a una voz han declarado que vieron a esos tres hombres en un portal o peñasco, a espaldas de la ciudad adorando a un rapazuelo que lo tenía en sus brazos una mujer muy pobre. Luego sobre los brutos montaron y por distintos caminos a su tierra se marcharon.

HERODES:
¡Que así aquellos tres groseros de mí se hubieran burlado! ¡Que no los hubiera! ¡Que no los hubiera yo arrestado a los que tan sin respeto mi majestad injuriaron!¡Que esto le suceda a un Rey! No soy quien soy si no hago el castigo más extraño que el mundo se haya visto. Supuesto que es un muchachito el traidor que me hace guerra, y en Belén nació, es muy llano que está oculto entre los reyes, y … por tanto…, quitando la vida a todos los que son contemporáneos, sin perdonar a ninguno quedaré sin sobresalto. ¡Alto!... ¡A defender a su Rey, capitanes esforzados! Mi enemigo está en campaña y es un rapaz conjurado… Pocas fuerzas bastaran para dejarlo arruinado. ¡Quitad la vida a todos! Sin que os cause quebranto, que entre tantos inocentes, es fuerza que el culpado entre ellos también perezca. Ya tenéis inteligenciado en lo que estriba mi honor, y así a vos os hago cargo si ejecutáis la orden que os doy como soberano.



ESCENA XIII

EL ÁNGEL Y SAN JOSÉ

EL ÁNGEL:
¡Levántate! José, sin tardanza… Con el niño y su madre parte a Egipto, en donde habrá de estar hasta que vuelva a visitarte tu destino…, pues indignado y furioso Herodes, busca a Jesusito con el intento declarado de darle muerte degollado.

SAN JOSÉ:
Aguárdate, dulce embeleso vuelve otra vez, atiende en qué conflicto me dejas y te vas… ¡Oh Jesús mío! Vamos, esposa querida, a obedecer al cielo.

(Sube a la Virgen con el Niño a la burra y salen del escenario)


ESCENA XIV

EL MINISTRO DE HERODES Y VOZ EN OFF

MINISTRO:
¡¡Vayan marchando las tropas hasta los montes más altos!! ¡¡Divídanse por patrullas!! ¡Avancen por los costados! No quede infante con vida… ¡¡¡ Mueran todos degollados!!! Pues así lo manda el Rey, nuestro señor soberano.

(Se hace un inmenso silencio en la plaza-escenario y se oye trémula y potente voz en off que dice:)

VOZ EN OFF:
Ciento cincuenta mil niños mando degollar Herodes por ver si entre ellos estaba el redentor de los hombres


martes, 15 de diciembre de 2009

Al final fuimos por niscalos......

Aún siendo mala temporada por la lluvia
Se nota quien sabe


Y el que no sabe, es, como el que no ve..
Yo no encontre ninguno
Pero encontre esta raiz
Curiosa ¿Verdad?

Victoria disfrutara de ella
Ya vere como te quedo